BIENVENIDOS AL BLOG DE LECTURA DE LA ESC. PRIM. "DR. GUSTAVO BAZ" ZONA 10

3 de noviembre de 2010

El saco de pulgas

Cuenta la leyenda, que el brujo Perrón y el mago Chuchin tenían una de las mejores colecciones de pulgas del mundo, las más listas, saltarinas y fuertes, utilísimas para cualquier hechizo. Llevaban siempre no menos de mil pulgas cada uno, bien guardadas en sus rarísimos sacos de cristal, para que todos pudieran apreciar sus cualidades.
 


En cierta ocasión, el brujo y el mago coincidieron en un bosque, y entre charlas y bromas, se hizo tan tarde que tuvieron que acampar allí mismo.


Mientras dormían, el mago Chuchín estornudó tan fuerte y mágicamente, que miles de ardientes chispitas escaparon de su nariz, con tan mala fortuna que una de ellas llegó a incendiar las hojas sobre las que brujo y mago habían dejado sus pulgas. Como los hechiceros seguían dormidos y el fuego se iba extendiendo, las pulgas comenzaron a ponerse nerviosas. Todas eras tremendamente listas y fuertes, así que cada una encontró una forma de escapar del fuego, y saltaba con fuerza para conseguirlo. Sin embargo, como saltaban en direcciones distintas, los sacos seguían en su sitio y el fuego amenazaba con acabar con todas ellas.
 


Entonces, una de las pulgas del mago vio a todas las pulgas del brujo saltando en su saco sin ningún control, y se dio cuenta de que nunca se salvarían así. Y dejando de saltar, reunió a un grupito de pulgas y las convenció para saltar todas juntas. Como no conseguían ponerse de acuerdo hacia dónde saltar, la pulga les propuso saltar una vez adelante y otra atrás.
El grupito empezó a saltar conjuntamente, y el resto de pulgas de su mismo saco no tardó en comprender que saltando todas juntas sería más fácil escapar del fuego, así que al poco todas las pulgas saltaban alante y atrás, alante y atrás. Las pulgas del saco del brujo, al verlo, hicieron lo mismo, y tuvieron tanta suerte, y balancearon tanto los sacos de cristal que llegaron a chocar uno contra otro y se rompieron en mil pedazos, dejando a las pulgas libres para ir donde quisieran. Cuando el fuego llegó a despertar a los hechiceros, ya era demasiado tarde, y aunque pudieron apagar el incendio sin problemas, todas las pulgas habían conseguido escapar.

Y nunca más se volvió a saber nada de aquellas excepcionales pulgas, aunque hay quien dice que aún hoy siguen trabajando en equipo para sobrevivir a los peligros de bosque.



Autor.. Pedro Pablo Sacristan

El gigante comenubes

Sopo era un gigante enorme, el más grande que haya habido nunca. Podía beberse un río hasta dejarlo seco, o tomar como ensalada todo un bosque. Y sin duda, su golosina preferida eran las nubes del cielo, frescas y esponjosas, de las que llegaba a comerse tantas que casi siempre acababa empachado, con tales dolores de barriga que terminaba por llorar, provocando entonces grandes riadas e inundaciones.

Sopo vivía tranquilo y a su aire, sin miedo de nada ni nadie, yendo y viniendo por donde quería. Pero a pesar de eso no era feliz: no tenía ni un sólo amigo. Y es que cada vez que el gigante visitaba un país, todo eran problemas: con las nubes que comía Sopo desaparecían las lluvias para los campos, y con sus empachos y sus llantos todo se inundaba, por no hablar de todos los bosques y granjas que llegaba a vaciar... En fin, que al verle todos huían aterrados, y nunca consiguió Sopo compartir un ratito con nadie.


Una noche, al verle llorar, varias estrellas se acercaron a preguntarle la razón de su tristeza. Al escuchar su historia, comentaron:
- Pobre gigante. No sabe buscar amigos. Pues la Tierra es el planeta más especial que existe, y está lleno de amigos de todas las clases.
- Pero, ¿dónde se pueden buscar amigos? ¿cómo se hace eso? - replicó el gigante.
- Echándoles una mano o haciendo cualquier cosa por ellos. Eso es lo que hacen los amigos, ¿es que no lo sabes? - repondieron divertidas
- Vaya- suspiró Sopo- pues no se me ocurre nada. ¿Vosotras qué hicisteis para conseguir amigos?
- Aprendimos a mostrar el camino en la noche y servimos de guía a muchos navegantes. Son unos amigos estupendos, que nos cuentan historias y nos hacen compañía cada noche.

Así., el gigante y las estrellas siguieron charlando un rato, y durante los días siguientes Sopo no pensó en otra cosa que no fuera en encontrar una forma de buscar amigos. Pero no veía el modo de conseguirlo. Algunos días después, fue a pedirle ayuda a la Luna. Ésta, vieja y sabia, le respondió:
- No sabrás cómo hacer algo por alguien hasta que le conozcas bien. ¿Qué sabes de esos que quieres que sean tus amigos?
Sopo se quedó pensativo, porque realmente apenas sabía nada de los hombres. Eran tan pequeños que nunca se había preocupado.

Entonces se propuso averiguarlo todo, y dedicó largos días a observar las diminutas vidas de la gente. Y así fue como descubrió por qué todos huían al verle, y se enteró de las sequías que provocaba con sus comilonas de nubes, y de las inundaciones que provocaban sus llantos, y de mil cosas más que le llenaron de pena y alegría.
Aquella noche, el gigante corrió a saludar a las estrellas.

- Ya sé cómo buscaré amigos.... ¡¡comiendo y llorando!!


Y así fue. Desde aquel día, Sopo vigilaba los cielos, y allí donde se preparaban enormes tormentas, se deba un buen atracón de nubes; y luego marchaba a llorar un rato allá donde veía que faltaba el agua. En muy poco tiempo, Sopo pasó de ser lo peor que le podia ocurrirle a un país, a convertirse en una bendición para todo el mundo, y ya nunca faltó un buen amigo que quisiera dedicarle un ratito, escucharle o hacerle un favor.

Autor: Pedro Pablo Sacristan   

Tini y Dan

Era un día  hermoso, con el sol muy brillante  y  Tini decidió salir a jugar, su mamá le había dicho que  tuviera cuidado porque aun era  pequeño y  en el mar había muchos peligros.
Tini se encontraba jugando solo con las olas del mar que lo llevaban y traían, cuando de pronto sale Dan,  un pez  grande peleonero, y al verlo solito decidió ir a molestarlo, pero mira que pez tan más tonto dijo Dan, pobre esta aquí solito jugando porque no tiene amigos ¡ja ja ja!, rio de sarcasmo.
Tini no hizo caso y decidió irse de ahí a su casa pero, Dan lo siguió  durante todo el camino y lo iba moleste y moleste.
Nadie quería a Dan en el mar porque era muy grosero y solo le gustaba pelear y sentirse el mas fuerte pero, un día el destino le hizo pagar   todas las maldades que les hacia a los demás pececitos del mar, en una vieja red que los pescadores ponen para  atrapar peces Dan quedó atrapado y por  más esfuerzo que hizo no logró liberarse,   ahí paso  mucho tiempo y nadie lo  fue a rescatar, pensó que  moriría.
Por casualidad iba pasando Tini cantando y jugando felizmente,  cuando al escuchar los  gritos voltea y ve un pez atrapado, muy afligido Dan le pide de favor que lo ayude, que  esta atrapado y no puede liberarse.
Olvidándose de todo lo que Dan le había  hecho antes, de los insultos y demás cosas,  Tini decide ayudarlo para  salir de la red, así que muy astutamente empieza a morder con sus filosos dientes la red y después de un buen rato por fin  Dan logró salir, sin esperar nada  Tini decide  seguir su camino,  cuando de pronto escucha, espera no te vayas, quiero agradecerte por haberme salvado estoy en deuda contigo dijo Dan,  no hay nada que agradecer cualquiera hubiera hecho lo mismo comentó Tini.
Sabes yo he sido muy malo con todos los  peces  de esta zona y por eso no tengo amigos pero,   a partir de hoy  ya no los molestaré y  mejor jugaré con todos ustedes,  hoy aprendí la lección de que  nunca sabemos cuando  necesitaremos de alguien que nos pueda ayudar y en lugar de tener enemigos es mejor tener amigos.
Y desde  esa  ocasión Dan no volvió a molestar a ningún pez, por el contrario ahora  eran amigos y todos se ayudaban  para  ser felices.
Autor: JaCS.

La fiesta del bosque

Cierto día,  en un  bosque muy hermoso, donde había árboles grandes y frondosos, un grupo de animales que eran amigos decidieron ponerse de acuerdo para hacer una fiesta, e invitarían a todos los animalitos que ahí vivieran.

Así que se reunieron,  llegó el conejo, la liebre, el venado, un topo y la hormiga, el primero en tomar la palabra  fue el conejo, quien expresó: 
- Debemos hacer una fiesta, para que todos los que vivan en el bosque  asistan y se diviertan, así que propongo que haya música y comida.
-     Si,   contestó la liebre pero,   quién se  encargará de  hacer todo porque es un trabajo complicado.
-     Así es,  dijo el conejo por lo cual deberíamos de hacerlo entre todos.
Entonces empezaron por elegir  que grupo tocaría en su fiesta y ahí comenzaron los problemas, el conejo quería  la orquesta de pájaros, la hormiga prefería los grillos cantores, el topo el grupo de las ranas   y no se ponían de acuerdo, por más de 2 horas estuvieron discutiendo y no llegaron a nada.
El venado que solo escuchaba a sus compañeros discutir y verlos pelear por no llegar a un acuerdo propuso a sus amigos, que les parece si le pedimos la opinión al búho,  el es un animal muy inteligente y nos podrá ayudar.
Todos estuvieron de acuerdo y se fueron caminando por el bosque hasta llegar a la casa del búho, tocaron la puerta, les abrió y pasaron.
-       Que los trae por aquí  comentó el búho.
-       El venado dijo: mire señor búho mis amigos y yo queremos organizar una fiesta en el bosque para divertirnos y hacer mas amigos, pero lejos de ellos lo único que hemos ganado son problemas
-       Y eso por qué  expresó el búho
-       Porque ni el conejo, ni la liebre y la hormiga se ponen de acuerdo en quien tocará en la fiesta,  todos quieren un grupo diferente, por eso lo venimos a ver, para que nos diga como solucionarlo
El búho pensó por un momento y dijo ha que animalitos estos,  con que no saben ponerse de acuerdo, miren lo que yo les recomiendo es que en su fiesta toquen los 3 grupos un rato y así  todos estarán contentos, los animales al escuchar eso quedaron de acuerdo, hicieron las invitaciones y las repartieron a todos los animales del bosque.
Llegó el día de la fiesta todos los animales del bosque  estaban felices pero,  principalmente los 5 amigos,  quienes con el consejo del búho pudieron ponerse de acuerdo y hacer la fiesta, el venado les dijo ya ven como a veces  hay que  saber aceptar las opiniones  de los demás y no querer imponer la nuestra.
Y fue  así como  todos los animalitos  bailaron y comieron durante toda la fiesta.
Fin
Autor: Jaime Castro S

Un Conejo en la Luna.... (Leyenda Maya)

Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

-¿Qué estás comiendo?, -le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?
-Morirme tal vez de hambre y sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo:
-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.

Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
- Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.

Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.

2 de noviembre de 2010


Muy temprano la calaca
Una visita tuvo que hacer
Se presentó en la Gustavo
Para un problema resolver

Ya lo venía siguiendo
Y lo esperó en la dirección
Cuando llega el profesor Martín
Que se lo lleva al panteón

Cuando se entera el supervisor
De que director no había
De  la impresión que se llevó
Que se cae de su silla

 
La huesuda muy ufana
A los maestros  expresó
No dejen mucha tarea
O me los llevo yo.

Al panteón de la ciudad
A los maestros llevaron
Y a los niños de la escuela
Si estudio los dejaron.

 
Los  alumnos  al enterarse
De que tarea ya no habría
Una fiesta organizaron
Y bailaron todo  el día

Los maestros inconformes
A la calaca refutaron
No estamos de acuerdo
Y de las greñas la sacaron.

 
Ya me voy de esta escuela
Pero, antes adelanto
A los niños que no estudien
En la noche los espanto.

Ay como quisiera
En esta escuela estudiar
Para leer muchos libros
Y una historia imaginar


Ando en busca de maestros
Que les guste el reventón
Para que impartan su cátedra
Pero ahora en el panteón

Estos versos son de broma
No se vayan a ofender
Estos días son de fiesta
Y de versos componer.

1 de noviembre de 2010

LEYENDA DEL HOMBRE QUE NO CREÍA EN EL DIA DE MUERTOS


Ésta es la historia de un hombre que residía en la Huasteca. Era un hombre raro, pues no tenía muchos amigos. Vivía solo porque había evitado casarse o tener hijos; sus padres habían muerto tiempo atrás y sus hermanos habían emigrado a los Estados Unidos en calidad de «mojados». Cuando se aproximaba la fiesta de Todos los Santos, siempre se ponía de muy mal humor. Año tras año, mientras los lugareños preparaban las ofrendas para los difuntos, arreglaban los altares e iban al cementerio, el hombre prefería encerrarse en su casa. Unos primos suyos le decían que era un deber participar en la fiesta y llevar ofrendas a las tumbas de sus ancestros, pero él se negaba porque no creía en esas cosas.

En cierta ocasión, toda la gente andaba muy atareada arreglando los altares y las ofrendas para colocarlas en el panteón al día siguiente, el 2 de noviembre, pero como las lluvias habían caído tardíamente, en esas fechas el hombre andaba cosechando el maíz de su milpa, por lo que le fue imposible encerrarse en su casa, como solía hacerlo. Ese día salió a trabajar a su parcela antes del amanecer con la idea de no encontrarse a nadie que le diese la misma explicación sobre lo importante que era llevar una ofrenda a sus padres y abuelos en el cementerio. Asimismo, con ese propósito se quedó hasta muy tarde en la labor, y fue hasta el ocaso que regresó a su casa con toda calma.

Iba muy sigiloso por una vereda, cuando empezó a ver que mucha gente caminaba en fila por ese mismo rumbo; se escondió detrás del matorral para que nadie lo viera. Advirtió que todos iban muy contentos y que en sus manos llevaban ofrendas. Entonces, se dio cuenta que no eran personas, sino difuntos, pues reconoció a todos y a cada uno de ellos. Primero, unos viejitos que habían sido amigos de su familia; luego, unas muchachas que habían fallecido en un accidente; después, sus abuelos, y así continuó la hilera de puros conocidos que iban muy felices con sus ofrendas de regreso al mundo de los muertos. Al final pasaron sus padres; iban muy tristes porque no llevaban ninguna ofrenda.


La escena de haber visto las ánimas de sus padres tan tristes lo afligió mucho y, al percatarse de su error y egoísmo, fue corriendo a su casa a preparar una ofrenda. Pero ya era demasiado tarde: tendría que esperar todo un año para que los difuntos volvieran al mundo de los vivos. Entonces, se cuenta que fue tanta la angustia que este hombre sintió durante varios días, que se murió de tristeza

Antonio y su nuevo amigo



Esta leyenda se cuenta en mi pueblo, y sucedió en día de muertos, este pueblo se ubica en la  Huasteca y es un bonito lugar, que en aquellos tiempos los caminos  eran veredas, es decir  la gente tenia que caminar por los campos, pasar por las milpas, por los ríos para poder ir de un pueblo a otro, precisamente en estos pueblos  se festeja el Xantolo, palabra introducida al  náhuatl que significa fiesta de  todos los santos.
 Antonio era un joven  que estudiaba en el pueblo vecino y todos los días tenia que caminar largas horas para ir a la escuela, un día después de haberse quedado mas tarde de lo común en su escuela, Salió  para su pueblo, pero ya era tarde, el sol comenzaba a esconderse así que decidió caminar rápido para que la noche no lo tomara por sorpresa,  por mas que quiso le  fue imposible, así que, a mitad del camino empezó a oscurecer.
Cansado de caminar decidió sentarse para poder continuar, el camino era solitario, no había nadie, ni nada solo se escuchaban los sonidos de los animales,  del viento, la luna se veía  hermosa y alumbraba perfectamente su camino, de repente ve una sombra que se aproxima a el  como  es común en estos pueblos que la gente se transporte caminando, pensó que así tendría compañía para llegar  a su pueblo.
Antonio al ver cerca a esta persona la saluda y comienzan a platicar de lo más común,  Antonio le preguntó que  hacia donde se dirigía y el le contestó al pueblo voy a ver a mi familia, después de descansar los  dos se levantan y deciden continuar su camino, empiezan a platicar de muchas cosas entre ellas del Xantolo, de las ofrendas que se ponían en sus casas y de las personas a quien honraban en esas ofrendas, Antonio le comentó que  el no creía en que los muerto vinieran de visita y mucho menos comieran los tamales, guisados y dulces de la ofrenda.
Su amigo al escuchar eso solo reía, y le  volvió a preguntar entonces  tu  definitivamente no crees en que los muertos vienen de visita  a ver a sus familiares, Antonio contestó seguro,  claro que no,  como vas  a creer eso. ¿Y tú?
Yo, yo si creo en eso, cuando Antonio voltea, su amigo había desaparecido, cuentan que  era un alma del mas  allá que  en esos días había venido de visita a su pueblo a ver su familia.  

Autor: Jaime Castro Sánchez

Leyenda del señor que no puso su ofrenda

La leyenda  del señor que no puso su ofrenda,  el se dedicaba a la arriería, y que precisamente durante los días en que sería ofrendada su madre, el tenia que llevar una mercancía hasta Colima, el se sintió muy triste, pero solo haciendo ese viaje podría solventar los gastos de la ofrenda, por los que salió a su viaje en los últimos días de octubre, encomendándole a su esposa que no descuidara ningún detalle de la ofrenda, y que el procuraría llegar lo antes posible, aunque sería muy difícil que llegara a la celebración.
Cuando el señor se fue, la mujer se quedó pensando, el muerto muerto está, y del más allá nunca regresará, por lo que no hizo la ofrenda, solo sobre un ladrillo colocó una vela y le rezó un rosario, y no hizo nada más, ya que considero mejor ahorrar el dinero que su marido le había dejado, para comprar unos animales para el hogar, que gastarlo en la ofrenda.
Se dice que el señor arriesgó su vida tomando atajos peligrosos, para poder llegar lo antes posible, pero le fue imposible llegar a tiempo a la celebración a su casa, ya que la noche del día dos de noviembre, le sorprendió en los llanos de las orillas del pueblo. Ya era obscuro cuando vio venir una gran procesión, en la que los participantes iban jubilosos y cargados con canastos de pan, fruta, comida y bebidas, iban adornados con collares y racimos de flores, llevaban de forma inexplicable manojos de velas encendidas y lanzaban cohetes al aire, muy emocionado el señor miraba esta procesión, pero algo raro sucedía, no podía ver los rostros de estas personas, al final de la procesión y un poco retirada de esta, iba una mujer, envuelta en un rebozo muy desgastado, su delantal sucio y sus enaguas rotas, descalza, inspiraba mucha tristeza, solo llevaba en sus manos una vela sobre un ladrillo y un rosario.
 La euforia del señor de ver una procesión tan emotiva y jubilosa desapareció de inmediato y vio alejarse el cortejo y desaparecer en las colinas, quedándose con una inmensa tristeza, de ver a esa persona tan pobre y que el creía que por pena no se incorporaba a la demás gente.
Más tarde al llegar a su casa, y con ganas de ver lo que quedaba de la gran ofrenda de su madre, ve la casa vacía y pregunta a su mujer que ha sucedido, a lo cual le contesta esta, que mejor había comprado unos animalitos para el hogar en lugar de malgastarlo, al ver el hombre la vela sobre el ladrillo, junto con un rosario, se soltó en llanto, ya que entendió que era su madre a la que había visto en la procesión, ya que no le pusieron ni su ropa, ni los alimentos que en vida le gustaron.
A partir de esa ocasión,  año tras año el señor pone el altar a su mamá y le ofrenda  abundante comida, bebidas, velas,  con la intención de que su madre que en estos días que lo visita venga a degustar de lo que en vida le gustó
Fin.