BIENVENIDOS AL BLOG DE LECTURA DE LA ESC. PRIM. "DR. GUSTAVO BAZ" ZONA 10

1 de noviembre de 2010

LEYENDA DEL HOMBRE QUE NO CREÍA EN EL DIA DE MUERTOS


Ésta es la historia de un hombre que residía en la Huasteca. Era un hombre raro, pues no tenía muchos amigos. Vivía solo porque había evitado casarse o tener hijos; sus padres habían muerto tiempo atrás y sus hermanos habían emigrado a los Estados Unidos en calidad de «mojados». Cuando se aproximaba la fiesta de Todos los Santos, siempre se ponía de muy mal humor. Año tras año, mientras los lugareños preparaban las ofrendas para los difuntos, arreglaban los altares e iban al cementerio, el hombre prefería encerrarse en su casa. Unos primos suyos le decían que era un deber participar en la fiesta y llevar ofrendas a las tumbas de sus ancestros, pero él se negaba porque no creía en esas cosas.

En cierta ocasión, toda la gente andaba muy atareada arreglando los altares y las ofrendas para colocarlas en el panteón al día siguiente, el 2 de noviembre, pero como las lluvias habían caído tardíamente, en esas fechas el hombre andaba cosechando el maíz de su milpa, por lo que le fue imposible encerrarse en su casa, como solía hacerlo. Ese día salió a trabajar a su parcela antes del amanecer con la idea de no encontrarse a nadie que le diese la misma explicación sobre lo importante que era llevar una ofrenda a sus padres y abuelos en el cementerio. Asimismo, con ese propósito se quedó hasta muy tarde en la labor, y fue hasta el ocaso que regresó a su casa con toda calma.

Iba muy sigiloso por una vereda, cuando empezó a ver que mucha gente caminaba en fila por ese mismo rumbo; se escondió detrás del matorral para que nadie lo viera. Advirtió que todos iban muy contentos y que en sus manos llevaban ofrendas. Entonces, se dio cuenta que no eran personas, sino difuntos, pues reconoció a todos y a cada uno de ellos. Primero, unos viejitos que habían sido amigos de su familia; luego, unas muchachas que habían fallecido en un accidente; después, sus abuelos, y así continuó la hilera de puros conocidos que iban muy felices con sus ofrendas de regreso al mundo de los muertos. Al final pasaron sus padres; iban muy tristes porque no llevaban ninguna ofrenda.


La escena de haber visto las ánimas de sus padres tan tristes lo afligió mucho y, al percatarse de su error y egoísmo, fue corriendo a su casa a preparar una ofrenda. Pero ya era demasiado tarde: tendría que esperar todo un año para que los difuntos volvieran al mundo de los vivos. Entonces, se cuenta que fue tanta la angustia que este hombre sintió durante varios días, que se murió de tristeza

Antonio y su nuevo amigo



Esta leyenda se cuenta en mi pueblo, y sucedió en día de muertos, este pueblo se ubica en la  Huasteca y es un bonito lugar, que en aquellos tiempos los caminos  eran veredas, es decir  la gente tenia que caminar por los campos, pasar por las milpas, por los ríos para poder ir de un pueblo a otro, precisamente en estos pueblos  se festeja el Xantolo, palabra introducida al  náhuatl que significa fiesta de  todos los santos.
 Antonio era un joven  que estudiaba en el pueblo vecino y todos los días tenia que caminar largas horas para ir a la escuela, un día después de haberse quedado mas tarde de lo común en su escuela, Salió  para su pueblo, pero ya era tarde, el sol comenzaba a esconderse así que decidió caminar rápido para que la noche no lo tomara por sorpresa,  por mas que quiso le  fue imposible, así que, a mitad del camino empezó a oscurecer.
Cansado de caminar decidió sentarse para poder continuar, el camino era solitario, no había nadie, ni nada solo se escuchaban los sonidos de los animales,  del viento, la luna se veía  hermosa y alumbraba perfectamente su camino, de repente ve una sombra que se aproxima a el  como  es común en estos pueblos que la gente se transporte caminando, pensó que así tendría compañía para llegar  a su pueblo.
Antonio al ver cerca a esta persona la saluda y comienzan a platicar de lo más común,  Antonio le preguntó que  hacia donde se dirigía y el le contestó al pueblo voy a ver a mi familia, después de descansar los  dos se levantan y deciden continuar su camino, empiezan a platicar de muchas cosas entre ellas del Xantolo, de las ofrendas que se ponían en sus casas y de las personas a quien honraban en esas ofrendas, Antonio le comentó que  el no creía en que los muerto vinieran de visita y mucho menos comieran los tamales, guisados y dulces de la ofrenda.
Su amigo al escuchar eso solo reía, y le  volvió a preguntar entonces  tu  definitivamente no crees en que los muertos vienen de visita  a ver a sus familiares, Antonio contestó seguro,  claro que no,  como vas  a creer eso. ¿Y tú?
Yo, yo si creo en eso, cuando Antonio voltea, su amigo había desaparecido, cuentan que  era un alma del mas  allá que  en esos días había venido de visita a su pueblo a ver su familia.  

Autor: Jaime Castro Sánchez

Leyenda del señor que no puso su ofrenda

La leyenda  del señor que no puso su ofrenda,  el se dedicaba a la arriería, y que precisamente durante los días en que sería ofrendada su madre, el tenia que llevar una mercancía hasta Colima, el se sintió muy triste, pero solo haciendo ese viaje podría solventar los gastos de la ofrenda, por los que salió a su viaje en los últimos días de octubre, encomendándole a su esposa que no descuidara ningún detalle de la ofrenda, y que el procuraría llegar lo antes posible, aunque sería muy difícil que llegara a la celebración.
Cuando el señor se fue, la mujer se quedó pensando, el muerto muerto está, y del más allá nunca regresará, por lo que no hizo la ofrenda, solo sobre un ladrillo colocó una vela y le rezó un rosario, y no hizo nada más, ya que considero mejor ahorrar el dinero que su marido le había dejado, para comprar unos animales para el hogar, que gastarlo en la ofrenda.
Se dice que el señor arriesgó su vida tomando atajos peligrosos, para poder llegar lo antes posible, pero le fue imposible llegar a tiempo a la celebración a su casa, ya que la noche del día dos de noviembre, le sorprendió en los llanos de las orillas del pueblo. Ya era obscuro cuando vio venir una gran procesión, en la que los participantes iban jubilosos y cargados con canastos de pan, fruta, comida y bebidas, iban adornados con collares y racimos de flores, llevaban de forma inexplicable manojos de velas encendidas y lanzaban cohetes al aire, muy emocionado el señor miraba esta procesión, pero algo raro sucedía, no podía ver los rostros de estas personas, al final de la procesión y un poco retirada de esta, iba una mujer, envuelta en un rebozo muy desgastado, su delantal sucio y sus enaguas rotas, descalza, inspiraba mucha tristeza, solo llevaba en sus manos una vela sobre un ladrillo y un rosario.
 La euforia del señor de ver una procesión tan emotiva y jubilosa desapareció de inmediato y vio alejarse el cortejo y desaparecer en las colinas, quedándose con una inmensa tristeza, de ver a esa persona tan pobre y que el creía que por pena no se incorporaba a la demás gente.
Más tarde al llegar a su casa, y con ganas de ver lo que quedaba de la gran ofrenda de su madre, ve la casa vacía y pregunta a su mujer que ha sucedido, a lo cual le contesta esta, que mejor había comprado unos animalitos para el hogar en lugar de malgastarlo, al ver el hombre la vela sobre el ladrillo, junto con un rosario, se soltó en llanto, ya que entendió que era su madre a la que había visto en la procesión, ya que no le pusieron ni su ropa, ni los alimentos que en vida le gustaron.
A partir de esa ocasión,  año tras año el señor pone el altar a su mamá y le ofrenda  abundante comida, bebidas, velas,  con la intención de que su madre que en estos días que lo visita venga a degustar de lo que en vida le gustó
Fin.