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1 de noviembre de 2010

Leyenda del señor que no puso su ofrenda

La leyenda  del señor que no puso su ofrenda,  el se dedicaba a la arriería, y que precisamente durante los días en que sería ofrendada su madre, el tenia que llevar una mercancía hasta Colima, el se sintió muy triste, pero solo haciendo ese viaje podría solventar los gastos de la ofrenda, por los que salió a su viaje en los últimos días de octubre, encomendándole a su esposa que no descuidara ningún detalle de la ofrenda, y que el procuraría llegar lo antes posible, aunque sería muy difícil que llegara a la celebración.
Cuando el señor se fue, la mujer se quedó pensando, el muerto muerto está, y del más allá nunca regresará, por lo que no hizo la ofrenda, solo sobre un ladrillo colocó una vela y le rezó un rosario, y no hizo nada más, ya que considero mejor ahorrar el dinero que su marido le había dejado, para comprar unos animales para el hogar, que gastarlo en la ofrenda.
Se dice que el señor arriesgó su vida tomando atajos peligrosos, para poder llegar lo antes posible, pero le fue imposible llegar a tiempo a la celebración a su casa, ya que la noche del día dos de noviembre, le sorprendió en los llanos de las orillas del pueblo. Ya era obscuro cuando vio venir una gran procesión, en la que los participantes iban jubilosos y cargados con canastos de pan, fruta, comida y bebidas, iban adornados con collares y racimos de flores, llevaban de forma inexplicable manojos de velas encendidas y lanzaban cohetes al aire, muy emocionado el señor miraba esta procesión, pero algo raro sucedía, no podía ver los rostros de estas personas, al final de la procesión y un poco retirada de esta, iba una mujer, envuelta en un rebozo muy desgastado, su delantal sucio y sus enaguas rotas, descalza, inspiraba mucha tristeza, solo llevaba en sus manos una vela sobre un ladrillo y un rosario.
 La euforia del señor de ver una procesión tan emotiva y jubilosa desapareció de inmediato y vio alejarse el cortejo y desaparecer en las colinas, quedándose con una inmensa tristeza, de ver a esa persona tan pobre y que el creía que por pena no se incorporaba a la demás gente.
Más tarde al llegar a su casa, y con ganas de ver lo que quedaba de la gran ofrenda de su madre, ve la casa vacía y pregunta a su mujer que ha sucedido, a lo cual le contesta esta, que mejor había comprado unos animalitos para el hogar en lugar de malgastarlo, al ver el hombre la vela sobre el ladrillo, junto con un rosario, se soltó en llanto, ya que entendió que era su madre a la que había visto en la procesión, ya que no le pusieron ni su ropa, ni los alimentos que en vida le gustaron.
A partir de esa ocasión,  año tras año el señor pone el altar a su mamá y le ofrenda  abundante comida, bebidas, velas,  con la intención de que su madre que en estos días que lo visita venga a degustar de lo que en vida le gustó
Fin.

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